"... Y poco después, el marino recibe un mensaje muy claro: por orden del presidente Yrigoyen, debe saludar a la bandera dominicana..."
En enero de 1920 el crucero ARA 9 de Julio navegaba por el Caribe regresando a la Argentina.
El 24 de mayo de 1919 había fallecido el embajador mexicano en Uruguay, también concurrente en Argentina Juan Crisóstomo Ruiz, más conocido en toda América hispana por su seudónimo de poeta, novelista y ensayista: Amado Nervo.
El gobierno uruguayo decide que el cuerpo del poeta se traslade a Veracruz en el crucero Uruguay. El presidente argentino Hipólito Yrigoyen acompaña el gesto y dispone que el crucero 9 de Julio lo escolte hasta México.
Cumplida su misión tiene instrucciones de efectuar visitas de cortesía en algunos países del Caribe en su regreso al país.
El 6 de enero, cuando avista la costa de Santo Domingo, el capitán de fragata Francisco Antonio de la Fuente, al mando del crucero enfrenta un dilema: debe realizar el saludo protocolar de 21 salvas a la bandera nacional del puerto al que llega… pero en la fortaleza Ozama, construida por los españoles en el siglo XVI para vigilar el mar, ondea la bandera de Estados Unidos, que ocupaba la República Dominicana desde 1916.
Pide instrucciones por telégrafo al embajador argentino en Washington. El diplomático se comunica con la cancillería en Buenos Aires. Y poco después, el marino recibe un mensaje muy claro: por orden del presidente Yrigoyen, debe saludar a la bandera dominicana.
Pero no existe esa bandera en el puerto… No importa. En el crucero hay varias de distintas repúblicas y De la Fuente encuentra una del país que visita. El 13 de enero, fondea frente a Santo Domingo, hace izar el pabellón dominicano en lo más alto del palo mayor y, ante la vista del pueblo que se ha reunido en los muelles, ordena disparar los 21 cañonazos de rigor como saludo a una nación soberana.
Frente a este inesperado gesto de nobleza y homenaje, los dominicanos enloquecen y estallan en gritos de alegría. Inmediatamente se corre la voz y los pobladores se lanzan a las calles, desafiando las ordenanzas de las fuerzas ocupantes.
Y cuando los marinos argentinos desembarcan, la gente aplaude, los abraza y les entrega ramos de flores.
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